“Era costumbre verlo, todo vestido de fiesta; repartiendo en las tribunas su resonancia festiva, con su casco de guerrero. Con el clarín en la mano y el sentimiento danzando en su disfraz de juliano, paseó su estirpe de pueblo por todos los escenarios. Tuvo un solo abecedario, era el amor por su tierra; alentando a sus hermanos, a los ‘santos’, a los ‘decanos’...”. José Miranda Villagra es un cantautor tucumano que decidió dedicarle una canción a Oscar “Sapo” Díaz, una leyenda dentro de la historia de Sportivo Guzmán.
El cielo está gris y una lluvia tenue cae sobre Villa 9 de Julio. Un grupo de dirigentes, en un salón del club, esperan ansiosos cerca de la vidriera en donde guardan uno de los tesoros más valiosos de la historia del “juliano”.
Los que lo conocieron cuentan que con “Sapo” Díaz todo era colorido y los directivos intentan transmitir eso que alguna vez supo contagiar él. Las caravanas de niños que se formaban cada vez que jugaba el “juliano” aún perduran en el recuerdo. “Sapo” marcó la infancia y la adolescencia de mucha gente; le dio identidad y marcó el orgullo de toda una barriada que vibraba de alegría; pintada de rojo y blanco.
Díaz falleció hace 48 años, sin embargo en cada rincón de Villa 9 de Julio casi todos saben quién fue. En realidad conocen cuál fue su aporte, qué hizo y por qué su nombre aún resuena en el barrio. “Sapo” fue el hincha más carismático de su época. Era fanático del “juliano”, pero respetado por los simpatizantes de todos los clubes; incluso por los de Atlético y los de San Martín, equipos que también supieron disfrutar de su aliento en los viejos torneos Nacionales.
“Te contagiaba, cambiaba el clima. Fue uno de los primeros que empezó a llevar instrumentos a la cancha, por lo que era toda una novedad. Habían familias enteras que armaban la fiesta cuando él empezaba a tocar su trompeta”, recuerda Roberto Medina, actual dirigente “juliano”, mientras muestra el atuendo que utilizaba “Sapo” en cada partido: un pantalón, una chaqueta, el casco, los zapatos rojos y blancos.
Recorrer los pasillos del estadio del estadio “Humberto Rizza” es caminar casi por el patio de la casa de “Sapo”. “Generalmente iba a las plateas. Pero en 1971, cuando se inauguró esta tribuna, empezó a pararse por aquí; este fue su lugar”, dice Medina mientras camina la tribuna que da espaldas a calle Juramento; lugar en donde ahora suelen acomodarse los simpatizantes más ruidosos del equipo.
La indumentaria que armaba su look está resguardada en una vitrina dentro del club. Sobre ella, aparece un cartel con una frase premonitoria: “el mejor recuerdo para un hincha es no ser olvidado” y eso se cumple a rajatabla con Díaz. A “Sapo”, nadie lo olvida; todo lo contrario. Lo tiene merecido porque fue un gran referente para los hinchas tucumanos. “Su figura es imborrable; siempre respetado, siempre querido. Es el gran referente para toda la hinchada tucumana. El venía y alentaba a la Reserva y a la Primera por igual. Era un auténtico líder sin conflictos”, detalla.
Recuerdos que resaltan su mejor cualidad: el respeto
De niño vivía en avenida Juan B. Justo al 1.200, luego se mudó a Raúl Colombres al 100. Recuerdan que creció en el seno de una familia humilde y que trabajó desde pequeño para ayudar a su madre. Practicó boxeo (compitió incluso en la esquina del club en las peleas barriales) y cantó tango en algunos escenarios. Eso sí, donde siempre se destacó fue en las tribunas del Rizza y eso lo ganó gracias a su carisma y a su respeto. “Por la Juramento vivía una señora de origen italiano. Cuando él venía los domingos con las trompetas, ella salía y le decía que el hijo y el esposo trabajaban de noche y que necesitaban descansar. A partir de ese momento “Sapo” respetó el pedido y comenzó a hacer un breve parate; cuando recorría esa cuadra, lo hacía en silencio”, recuerda Medina.
Esos pequeños detalles llevaron a que la Federación Tucumana tomara la decisión que el “Día del hincha tucumano” se celebre el 29 de agosto; porque en esa fecha, de 1975, “Sapo” falleció en un accidente laboral.
Años después, la familia decidió regalarle al club su indumentaria. “Para nosotros es un honor tener esto y poder mostrarlo. Muchos chicos preguntan por su historia y así su vida se va transmitiendo de boca a boca”, insiste.
Hace unos años, su nieta Noelia, compartió en las redes sociales unas fotos de la época en la que “Sapo” era una leyenda viva. El posteo rápidamente recibió cientos de comentarios; todos llenos de nostalgia, dejando en claro que su historia sería eterna.
“Sapo” hizo todo lo que hizo por amor a Sportivo. Quizás nunca imaginó tener una canción, o una vitrina dentro del club de sus amores en su honor. Pero aunque perdió la vida antes de cumplir los 50 años, dejó un legado interminable en las entrañas de su “juliano” querido y en todo Villa 9 de Julio, que lo recuerda casi como un prócer.